Monday, August 13, 2007

Vaqueros y duendes


LLEGÓ A CHILE “LIVE IN DUBLIN”, DE BRUCE SPRINGSTEEN

“The Washington Post” manifestó que era el mejor concierto de los últimos cinco años. Se trata de un disco doble donde el norteamericano hace un cruce de 23 canciones entre la tradición yanqui y la fiesta irlandesa.


Rodrigo Quiroz
Nación Domingo


Bruce Springsteen lleva jeans y chaqueta verde. Con una guitarra de palo en las manos escupe frases de púlpito, de bar, de carretera. Lo acompañan 17 músicos con violines, banjo, vientos y coros. Está en la tierra de sus ancestros interpretando parte del cancionero de protesta yanqui. Es una fiesta. La energía de la banda te puede llevar a la iglesia o a la montaña. O a la carretera que las une.

“The Boss” vuelve a disqueras locales con “Live in Dublin”, un disco doble (también hay un versión que incluye DVD que imaginamos increíble) grabado durante los tres conciertos que realizó junto a The Sessions Band en la capital de Irlanda durante noviembre de 2006. El material reúne lo mejor de su disco homenaje a Pete Seeger, “We shall overcome The Seeger Sessions”, canciones de su repertorio y temas tradicionales de Norteamérica.

Con matices y énfasis distintos en sus 34 años de carrera, Springsteen ha retratado la épica de la persona trabajadora de clase media. Esos millones de hombres y mujeres que aguantan horas en trabajos mal pagados y que de noche van a los bares. De esos hombres que esperan algo. Talvez descubrir el secreto de la existencia en el concho ámbar de un vaso de cerveza o entender por qué la palabra cielo es lo más parecido a la palabra mañana. De esos tipos y mujeres que aguantan al borde del camino esperando el autobús correcto.

Y su última entrega es una confirmación de ese ethos. Country con pimienta irlandesa, blues, shufle, gospel, vertido en canciones como Further On (Up the road) o Jacob’s Ladder, hacen que los 23 temas del disco grabado en The Point, el célebre auditorio de Dublín, sean un híbrido entre la tradición irlandesa y norteamericana. Entre fogatas en medio del desierto con coyotes y luna llena y praderas europeas con elfos y doncellas. Una mezcla que llevó a “The Washington Post” a describirlo como “el mejor concierto de los últimos cinco años”, o a “The Independent” a hablar de “un triunfo inspirador”.

QUE SE CREE DYLAN

Tuvieron que pasar más de 30 años para que el muchacho que escogió ser músico viendo las contorsiones de Elvis Presley en el show de Ed Sullivan, rindiera un tributo a Seeger. Un referente norteamericano que inició su carrera musical en 1940, al integrarse a las bandas The Almanac Singers (donde también participó Woody Guthrie, otro músico clave en el canto vernáculo de Norteamérica), y The Weavers. Su sello fue el compromiso social y la defensa a los derechos humanos, por esa razón, en los ’50, el Comité de Asuntos Antiamericanos puso precio a su cabeza y lo condenó a 12 meses de prisión y 17 de censura en los medios de comunicación.

Fiero opositor a la guerra de Vietnam, Seeger también es conocido como uno de los fundadores del Festival Folk de Newport, donde desenchufó la corriente en el concierto en el que Dylan decidió cambiar la guitarra acústica por la eléctrica.

“Bruce ha escogido un puñado de canciones clásicas americanas y las ha transformado en alta energía, en afirmaciones modernas y muy personales”, ha dicho Jon Landau, mánager del norteamericano. Y al escuchar el disco (si quiere ver un adelanto de las imágenes puede chequear YouTube), Bruce, de 55 años, parece un duende ebrio que regresa a casa, a las calles que sus abuelos recorrieron un siglo atrás, y lo hace con un regalo de otras comarcas, con las canciones que marcaron su juventud de cintillo y sudor.

Es difícil que “Live in Dublin” supere la euforia provocada por su disco “Live 75-85”, un volumen que a mitad de los ’80 recogía su trayectoria en vivo de un década, provocando colas de gente durmiendo en las disqueras. En Italia llegó incluso a desaparecer un trailer cargado con copias del “Live 75-85” en su paso por la frontera con Francia. En esta época de masacre en Irak, libre mercado, descargas en Internet y liquidaciones por TV es difícil que desaparezca un convoy con discos. Para esta era del individualismo somnoliento y sin catedrales, nos basta con un disco. Escuchar cómo gira en el equipo de música. Encender un cigarrillo. Esperar y dejar que “The Boss” entre.

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